Monday, August 27, 2012

El Morro


Cuando me fui al Morro andaba cargada de muy mala onda, y no solo por la noche  anterior en la que mi amiga me pedía que la bese y que me entregue a su novio. Y la propuesta si me calentó, no por el novio que es un chico que me va gustando desde la verdadera adolescencia, porque ya no estoy tan joven, ahora solo adolezco.  Termine haciendo diseños pastel/ neón en su espalda, para que se callara y me dejara en paz sin sus propuestas. Al llegar a su coxis me mato ese cuerpo tan perfecto. Y empecé a tener ganas, de cualquier cosa que me proponga, ¡se la chupo a su novio a cambio seguir viéndola a ella y a su cuerpo que se me hace tan perfecto!

 

Y esa no fue la mala onda, lo mala onda fue que cuando me calenté ella estaba muy dormida, las propuestas terminaron y aun si habría seguido, soy muy gallina como para asumir con actos lo que quiero. Así que me eche e intente dormir, lo que su novio no hizo. Y empezaron a tirar ahí junto a mí, y yo no sé si me incomodaba o me gustaba oírlos.

 

Empezaron a nombrarme.

-          Esta la Sophia!

Yo no decía nada. Sabía que quieran que me vaya pero no había donde ir más que afuera, donde llovía. Hasta que escampo y me largue al patio, donde se encontraba una Pegajosa, que tampoco tenía donde dormir. Me senté junto a ella, y ella me contó de las veces que tiraba ella con mi novio. Solo que el ya no era mi novio.

 

Así que cuando iba al Morro solo pensaba en la Pegajosa y mi ex, agarrándose los mismos días que él me amaba. Y recordaba todas las veces que me sentía yo culpable con él, por tener mi vida desordenada. Pero yo andaba desordenada así, a la vista de todos, sin engaño. Y quizás eso fue lo que le molestaba, que la sociedad de Quito sepa que el anda con una desordenada. Si hubiese escondido el desorden me habría perdonado, ahora me doy cuenta.

 

Y cuando llegue al Morro la gente estaba de a buenas conmigo, no parecía que yo solo era la amiga de la anfitriona, más bien parecíamos amigos de años. Y mientras pasaban los días en el Morro iba descubriendo que aun si nunca los había considerado, ellos habían estado, por cosa de azar, presentes, por ejemplo en el día de mi cumpleaños, cuando me tatué una oveja negra cerca de la muñeca.

 

Y por primera vez de tantas que íbamos al Morro, éramos más de cuatro personas. ¡Más que el doble estábamos! Juntos todos en una playa aislada, en el confort de dos dormitorios, una sala comedor cocina y una buena terraza. Pero el departamento, por mas lindo que es, no me importaba, y el mar por mas bueno que es no me traía cuidado, esta vez eran las drogas. Y había una gran colección de estas, las que no voy a nombrar solo por no difamarme.

 

Lo que sobraba era San Pedro, y como sobraba no dudaron en ofrecerme ni bien llegue. Pero no es que me recibieron con un vaso de líquido espeso, más bien me informaron de las actividades para esa tarde. Intrigada dije que no sabía si aceptar, que me encontraba mal de la cabeza, que mis sentimientos se desbordaban. Que me lamentaba, pero ese día nada mas a la marihuana podría manejar. Nadie insistió. Pero es que algo sobre natural sucedió ese día en el Morro, pues a las pocas horas de encontrarme ahí todo peso se había levantado. Y me había vuelto la mujer más liviana que ha habitado mi cuerpo, liviana pero no desganada. Llego el atardecer y estábamos todos en ayunas, hasta los que no iban a probar con San Pedro sino con Lucy y otras drogas, drogas que no me ofrecieron, de las que en ese momento no sabía nada de. Y con el atardecer, brinde con todos y tome varios tragos del gran Pedro. Ignore la puesta del sol, estaba con nauseas, vomitaba. Y ame tanto vomitar, que cuando acabe lamente no poder vomitar mas, porque no solo expulsaba líquidos por mi boca, expulsaba demonios de mi cuerpo. Todo para afuera, nada para adentro. Y de seguro había mas que vaciar, pero la bilis se acabo. Y me sentía genial.

No voy a hablar de mi relación con todo aquello que se llama Pedro, solo diré que lo amo a él con todo mi ser. Que me abrió los ojos y me cuido. Pedro, Pedro, Pedro. Quiero ser Petunia.

Lo que si diré es que esa vez en el Morro vi, que un ciclo se cerraba. Hace cerca de un año había estado ahí, con otros, y había llegado en buena onda y me había despedido del lugar pesada. Y cuando volví, a los pocos meses aprendí a verdaderamente desear la muerte, empecé a amar la cocaína y lo que significa consumirla. Y no he. Impelido ni una sola meta, un año de esquivar, la realidad pero agarrar cada bala. Y un marica me golpeo en mi terraza, y un negro me llevo de moteles, y es extraño pero todavía me considero pura. Incorruptible, mas yo sé que yo soy la corrupción. Y yo sé que he dejado al buitre ayunar, sabiendo que este cuando tiene hambre picotea. Y tengo cicatrices en el pie que lo comprueban. Aun así, ha sido un buen año, mas el ciclo se ha cerrado. En una semana tengo trabajo.